Hay en Alicante un edificio que ha girado en torno a mi vida desde que tengo uso de razón. Desde bien pequeñas, mi hermana y yo con mis padres jugábamos a adivinar la temperatura que marcaba aquel reloj a espacios intermitentes. Mi padre conducía el coche por la explanada y cuando llegaba a su altura reducía la velocidad. Todos mirábamos por la ventanillas extasiados mirando a ver quien era el afortunado ganador del "número". El edificio era alto, estaba al final de una avenida y hacía esquina. Un juego alucinante para los tiempos que corrían.
Años después, hace exactamente 17, mi marido y yo nos dimos nuestro primer beso (primero para los dos) en las escaleras cercanas a aquel edificio. Continuamos nuestro noviazgo en los pub irlandeses de alrededor del edificio del reloj, hasta que un día Alicante se nos quedó pequeña cuando sacamos el carnet de conducir y mi padre nos cedió su viejo Simca 1200.
Hace 7 años que visito a mi ginecólogo , que tiene su consulta en la misma manzana que ese edificio y fue allí donde empecé a comprender que mis hijos nacerían del vientre de otra madre, no de mí. Y lo asumimos sin problemas.
Hace dos años y cuatro meses decidimos iniciar la adopción. Y fue ese día cuando me enteré que el edificio del reloj, es también el edificio donde algún dia conoceré a mis hijos. Es el edificio de bienestar social.
Hoy, mientras me dirigía al curso de internacional ( Colombia y China, temblad, vamos para allá...) pues me he parado en un semáforo de la explanada. Un nuevo semáforo. Al mirar a la derecha estaba el edificio con su reloj, que me iba indicando dos cosas: que llegaba tarde y que hacía un frío del carajo.
Hace dos semanas decidimos llevarnos de reyes a nuestros ahijados con la cabra loca de mi hermana y me temo que con la también cabra loca de su hija. Fuimos con tres niños y mi hermana nos obligó a callejear por parte de la barriada asegurandonos que íbamos a ver la cabalgata de los reyes magos desde un lugar inmejorable... Acabamos a 10 metros del edificio, con mi ahijado de tres años sentado en mi cuello intentando coger los pocos caramelos que los "reyes" tiraban este año.
Entre cabalgata y cabalgata yo miraba. Miraba enfrente, el sitio de nuestro primer beso. Miraba atrás, uno de los pubs donde nos refugiábamos de novios. Miré a la izquierda. Bajaba una de sus majestades en su real y muy iluminada cabalgata, pero yo no la veía. Mis ojos subieron por las plantas ese edificio, y contaba: 1, 2, 3, 4.... ¡7!. En la séptima planta de ese edificio se guardan mis tres expedientes de adopcion. Mis tres hijos... O al menos dos de ellos.
Miraba y miraba, y miraba los ojos iluminados de mi ahijado, y luego miraba a aquel edificio que sin saberlo, es tan importante en mi vida y que ha estado en mi mente desde bien pequeña. Y miraba y lloraba, pero de felicidad, porque algún dia volveré a ese sitio y quien estará destrozándome el cuello en la cabalgata será mi hijo.
Hace una semana volvimos a reunirnos con gente de la séptima planta. Información, entrevistas, preguntas, indirectas... Mucho dolor de cabeza, mucha ilusión y también mucha tensión. El edificio sigue en mi vida, pero ahora ya no miro su reloj.
Vaya un lugar tan especial!! Preciosa la entrada :).
ResponderEliminarUn abrazo.
Vida mía, ese edificio ya forma parte de nuestra historia como familia. Desde nuestros comienzos, hace más de diecisiete años, hasta hoy en dia, con nuestras ilusiones depositadas en un cajón de la séptima planta. Siempre hemos tenido las ideas muy claras y siempre hemos estado juntos para todo... y esto no va a ser menos. Ojalá tengamos pronto a nuestro(s) hijo(s) destrozándonos el cuello, la espalda y los tímpanos a cambio de poder ver el brillo en su mirada cuando lleguen los reyes en esa cabalgata frente al edificio del reloj. Te amo.
ResponderEliminarPreciosa historia, a veces nuestra vida esta tan unida a algunos lugares... Que curioso es el destino. Ojalá haya novedades desde la 7 planta pronto.
ResponderEliminarUn beso pareja, sois estupendos.