Comenzamos, bueno, mejor dicho, continuamos la aventura tras el vuelo. Una vez recogidas las maletas toca encontrarnos con nuestra guía de adopción. Salimos con S. a la puerta de la terminal y allí hay una chiquilla lindísima con cara de buena gente. Es su guía, contratada con el BLAS. Pero ni rastro de la nuestra. Jo, empezamos bien… Sí, es cierto, nuestro avión ha llegado casi con 30 minutos de adelanto con respecto a la hora estimada…pero también para el BLAS, ¿no? En fin, esperamos un rato (S. se queda con su guía con nosotros por si acabamos teniendo problemas… ¡gracias amiga!) y al fin llega nuestra guía, una mujer de edad similar a la nuestra (quizás algún año más) que aparenta ir con prisas y allí separamos, al menos hasta el regreso a Beijing, nuestros caminos con S.
Tras presentarse nos lleva a un coche con el chófer preparado para llevarnos a la estación de tren de Beijing. Por el camino nos cuenta que la niebla que estamos viendo en Beijing (inclusive dentro de la terminal del aeropuerto) es, realmente, polución. La famosa nube de contaminación que envuelve la urbe de Beijing, con veinte millones de personas habitando en ella, hace que el ambiente sea casi irrespirable. El sol asoma tímidamente como una bola naranja apagada a través suyo y le da a todo un ambiente de melancolía y tristeza tremendo.
Nosotros llevamos dormidas cinco horas en dos días, así que estamos reventados. Pero ¡ay, amigos! Aquí son las seis de la mañana, el día acaba de empezar y no tenemos tren hasta las 11:30, así que…se prepara tormenta. En el trayecto de media hora hacia la estación de tren de Beijing nos damos cuenta de dos cosas:
1. No dormir + coche + calor = mareo
2. El tráfico en China es caótico (sobre este tema hay para escribir un monográfico… ya lo haremos más adelante)
Llegamos a la estación sobre las 6:45, mareados como patos. Tenemos que pedirle a la guía que se espere unos minutos mientras tomamos aire fresco (Dios mío, qué estará pensando esta señora de nosotros…) y por fin, tras recuperarnos un poco, entramos en la estación de tren. Bueno, al menos intentamos entrar, porque primero hay que pasar control de equipajes y arco de metales. Sí, como lo oís: todo el mundo que quiere acceder a la estación debe pasar por rayos X y el arco de metales. A Susana la acaba cacheando una policía china por haber pitado en el arco y todo…
Tras acceder al fin a la estación, la guía va a comprar los billetes de tren por nosotros. Es la primera vez que veo que se necesite un pasaporte para sacar un billete de tren… China es un mundo diferente.
Amablemente nos comenta que podemos ir a pasear por la estación y tomar algo (yo creo que ha visto nuestras caras y ha pensado que necesitamos un café o dos), así que se quedará ella con las maletas y nos presta 200 yuanes (unos 25 euros) para nuestros gastos. Nos despedimos de ella y, antes de nada, vamos al aseo. Puaj. Solo digo eso, no queráis saber el resto… Para que os hagáis una idea, no había wáter. Sólo un plato de ducha con un agujero en el centro…
Tras nuestra visita a los aseos chinos nos decidimos a tomar algo calentito, para asentar los estómagos algo revueltos tras el avión y el coche. Entramos en una cafetería/tetería pretendiendo pedir algo sin tener ni idea de chino salvo leves nociones muuuuy básicas. Meeec! Error. Nadie habla inglés. Menos mal que tienen una carta de tés y podemos señalar con gestos universales y pedir dos tés verdes. Susana, pese a estar medio dormida, me advierte mientras nos vamos a nuestros asientos que cree haber visto en el precio unos 90 yuanes por té. Como me parece extraño (por lo caro) le quito importancia al tema pensando que habrá visto mal. Pues no. Estaba en lo cierto. Debemos estar en la cafetería más pija de toda la estación de tren de Beijing (de hecho está vacía) y nos soplan 180 yuanes (veintitantos euros…) por dos tazas de té caliente y sin azúcar. China 2 – España 0.
Damos un pequeño paseo para intentar que Susana se espabile y volvemos con nuestra guía, quien nos cuenta que se va a desayunar (¡la pobre! Esperándonos sin desayunar…). Al cabo de un rato vuelve y decidimos dar otro paseo, sin decirle nada de lo de los tés (para que no nos tome por más idiotas de lo que ya debemos parecerle) y sacar algo de dinero en un cajero sin tener muy claro si íbamos a poder. ¡Bendita VISA! Sacamos algo de efectivo para poder desayunar. Habíamos visto un McDonalds y un Burger King, así que pensamos en comer algo occidental. ¡Craso error una vez más! Ambos sitios tenían de todo (tallarines, fideos, arroz, sopas…) menos hamburguesas. Al final acabamos en un KFC comiendo un par de hamburguesas de pollo…¡y encima estaban picantes! ¿Dije mundos diferentes? ¡Universos diferentes!
Miramos el reloj y, tras sumar la diferencia horaria de seis horas, pensamos que es la hora de ir regresando para ir con calma a por el tren cuando de repente vemos el reloj de la estación. ¡Horror! No sabemos por qué pero ¡la diferencia no son seis sino siete horas! Corremos hacia el sitio donde está nuestra guía y la vemos arrastrando su maleta y las dos nuestras como puede hacia la puerta de acceso al andén… Vamos tardísimo y con el tiempo muy justo, pero al final conseguimos subirnos. Lástima que nos hayamos subido siete vagones más lejos de donde debemos estar y el tren ya haya arrancado… Nos toca recorrer siete vagones con las maletas a pulso (no caben de ancho por el pasillo, así que las llevamos de lado) y pidiendo disculpas a todo aquel a quién pisamos o golpeamos mientras la guía nos mira entre divertida y flipada… Joooodeeeer… vaya día…
La primera clase del tren es espectacular. Asientos de cuero, sillones que se giran 180º para ir uno frente a otro y charlar o cerrar negocios… Impresionante. Ahí ya sí que nos dormimos todos mientras el tren se dirige a 303 Km/h hacia Jinan. Antes viajaba a 350 Km/h pero tuvieron un accidente grave y decidieron que para solucionarlo, lo mejor era bajarle 47 Km/h la velocidad. ¡Vaya pedazo de solución!
Una hora y media después ya hemos recorrido los 400 Km que separan ambas ciudades, así que nos bajamos en la estación y seguimos a nuestra guía como podemos (¡lo que corre esta mujer!) hacia la salida, donde nos espera otro coche con chófer para llevarnos al hotel. Nuevo colocón y, al fin, el ansiado hotel.
Tras hacer el check-in, la guía nos acompaña para ver que todo esté en orden. Ella va a acompañarnos todos los días hasta nuestro regreso y su hotel está a cien metros del nuestro. Es la primera vez que tiene que hacer una adopción en Jinan, pero se queda alucinada al ver la habitación del hotel que hemos cogido (al no hacerlo por su agencia pensaba que habíamos cogido una porquería de hotel… nada más lejos de la realidad).
Por fin todo en orden, deshacemos las maletas. Estamos hechos polvo y mañana, según nos ha dicho S. (nuestra guía), conoceremos a la peque a eso de las 15:30 hora local. Estamos a menos de 24 h. de ti. Un escalofrío me recorre sólo de pensarlo, pero no queremos idealizar el encuentro, así que lo mejor sería dormir y descansar, pero queremos adaptarnos lo antes posible al cambio horario y minimizar el jet-lag (Javi ya nos dio consejos al respecto), por lo que decidimos acercarnos a un Carrefour que hemos visto cerquita del hotel a comprar algo…
Carrefour chino. Ambas palabras juntas en una frase ya suenan de por sí raras, pero entrar en uno es una experiencia mística… Es como estar en un supermercado chino en Alicante pero de la extensión de un Carrefour. Alucinante. Reconocer mínimamente algo es misión imposible. Incluso leyendo los carteles que hay debajo con una breve descripción en inglés. Las cosas más raras que nos hayamos podido imaginar se agolpan en estanterías hasta llegar a la sección de pescado fresco, con múltiples peceras llenas de pescado y crustáceos vivos. Otra zona de comidas “preparadas” donde hay varios chefs chinos haciendo platos rarísimos, especias y arroz a granel en cubos enormes de madera de más de un metro cúbico de capacidad (¡parecían parques de bolas para pulgas!)… y mientras tanto una megafonía machacona y altísima lanzando spots publicitarios ininteligibles. Además todo está lleno de colores chillones y de carteles luminosos… Una experiencia no apta para corazones débiles.
Salimos de allí con unas galletas idénticas a las que vimos en una foto del orfanato, un sobre y un tetrabrik de leche de la misma marca que lo que vimos en otra foto y algo de agua mineral (que la guía nos ha advertido de que el agua del hotel –y en general la de toda la ciudad- no es potable…). Por cierto, el capítulo de aguas merece un especial apartado: las hay minerales, minerales “depuradas”, no minerales, destiladas, depuradas y así una completa clasificación que estoy casi convencido acaba en aguas de cloaca y similares. China is different.
Finalmente, llegamos de nuevo al hotel y nos acostamos, destrozados tras casi tres días sin dormir y con la ilusión en nuestros corazones del encuentro de mañana. A las 10:30 hemos quedado con la guía para ir a comprar un carrito y algunas cosas de primera necesidad y a las 15:30… nuestra peque nos espera. ¡Dulces sueños, LY! Esta es tu última noche como una hija que espera y la nuestra como unos padres que esperan. Al fin.
Buahhhhhhhhhhh, tengo ganas de llorar. Me suena esto de los supermercados sin entender nada,jajajaj. En Tailandia también ocurre.
ResponderEliminarBesotes