8 de diciembre de 2015

Dejando el colecho

   Dormir con LJ no ha sido nada fácil. Nuestro hijo ya dejó ver sus problemas de sueño la primera noche, cuando se despertó a la hora y media de quedarse dormido y estuvo llorando (mejor dicho berreando) durante casi dos horas. Luego, se siguió despertando cada media hora hasta que amaneció. No existía consuelo ni nada que le calmara. Una pesadilla para él... y para nosotros.
   A la semana, agotados por no poder descansar, llegamos a Cantón. Con nuestra nueva guía llamamos al orfanato para que nos dieran pistas de cómo calmar su sueño, pues se despertaba unas 10 o 12 veces por noche y lloraba como unos 20 minutos cada vez. Desde el orfanato, nos dijeron que el niño no tenía problemas de sueño y que cuando llorara le metiéramos EL chupete (lo escribo en mayúsculas porque EL chupete se merece su propia entrada).
   Con EL chupete siguió despertándose cada 10 o 12 veces por noche, pero se dormía en pocos minutos.  Todo un alivio.

   Al llegar por fin a casa, la cosa no mejoró. Con miedo a meterlo en nuestra cama por ser tan pequeño y nosotros obesos, lo dejamos en una cuna al lado de Dani. Así que Dani, se agotó tres meses seguidos donde se encargó de hacerlo dormir (que también era difícil porque sólo lloraba durante una hora seguida), lo consolaba las 10 o 12 veces que se seguía despertando, y se levantaba con él a las 6 DE LA MAÑANA DURANTE 4 MESES, ya que Luis decidió que aunque fuera de noche, era una estupenda hora para levantar a su padre.

   Hay que reconocer que la vinculación, con un niño que no te deja descansar por la noche, a veces se hace un poquito cuesta arriba.

   Hubo un día, repito, UN DÍA, en que Luisito no se despertó en toda la noche y durmió de tirón. Recuerdo despertarme por la mañana, con luz en el cuarto, con el corazón acelerado pensando ¡algo anda mal!, ¡Luis no se ha despertado en toda la noche!. Desperté a Dani con angustia, sin mirar siquiera la cuna, diciéndole: ¡Dani, Dani, mira a ver si Luis respira, que no se ha movido en toda la noche!. Dani se pegó el susto de su vida porque al moverlo no notó que diera muestras de vida, hasta que al cabo de unos interminables segundos, Luis despertó en forma de tremendo berreo que a mí me supo a gloria. Mi niño seguía vivo.

   Cuando Luis ya fue operado y cogió aún más peso, mandamos a tomar por saco las recomendaciones de no meterlo en nuestra cama y lo metimos con nosotros con la esperanza de que, al ser un brutote, se hiciera de notar en caso de asfixia. Estábamos desesperados. Y funcionó. Desde esa noche, empezó a despertarse sólo 4 o 5 veces.  Incluso bajó a 3 o 4 por noche. Despertares largos y angustiosos, de terrores nocturnos algunos, pero no todos. Además, como Luis tiene unos preciosos ojos muy pero que muy chinos, pues son dos rayitas, a veces dudábamos de si estaba despierto o dormido.

   Pasados 3 meses y con todo más normalizado y nuestros ritmos biológicos acostumbrados al ritmo nocturno de despertares de Luis, miramos a Laura y descubrimos que esa moza de 4 años ya no cabía en la cama chiquita de al lado de nuestro colchón. Así que le compramos un canapé, el colchón de Ikea del diván, y la pusimos donde antes estaba la cuna. Así que durante meses hemos hecho doble colecho.

Luis en su camita.
            Mamá en la cama grande.
                           Papá a continuación.
                                         Y Laura Yu en su nueva cama.

    Así a dolor.  Tuvimos incluso que mover algún mueble y mover a la perra del sitio donde ha dormido toda la vida. Pero no funcionó, porque Luis volvió a despertarse un montón de veces por la noche y yo no descansaba por atenderlo (luego me cuesta coger de nuevo el sueño).

   Y luis volvió a dormir entre nosotros.  Toooodo el verano... y el otoño.

Hasta que hemos dicho: ¡Ya está bien! ¡Hasta aquí! ¡Hay que llevar a los niños a su cuarto definitivo para que los papás vuelvan a recuperar su posición de cucharita de toda la vida!.

   Y fue decirlo... y Luis comenzó a dormir de tirón toooooooooda la noche.

¡¡¡Llevamos 17 días durmiendo de tirón!!!


   Y aunque estoy encantada con el colecho y los dos pensamos que ha sido útil y necesario para nuestros hijos (y también para nosotros) hemos decidido que ya ha llegado la hora de comenzar otra nueva etapa.

 ¡¡¡Los niños llevan 2 días durmiendo en la otra habitación...!!!

   Seguimos de adaptación, pues uno de nosotros duerme con ellos hasta que pasen unos días y veamos si lo toleran (laura seguro, pero para Luis quizá es un poco precipitado) pero lo cierto es que poquito a poquito, volvemos a comenzar a tener algo de tiempo para nosotros.
 
    Por ejemplo, yo... ¡ya vuelvo a escribir en el blog!
  
    ¡Gracias colecho! Si Dios quiere, volveré a encontrarte todos los sábados y domingos a la hora de la siesta.