28 de abril de 2013

Cosas que han cambiado al hacernos padres

Cosas que han cambiado

- Dani cambió su teclado ruidoso por uno silencioso.
- El cajón de los sujetadores ahora es el de los pañales.
- La TV tiene marcas de manitas que no quiero limpiar.
- Ya no tengo insomnio y me duermo al poco de acostarme.
- Ahora desayunamos los tres juntos, y no cada uno por su lado.
- Valoro cada instante de silencio y paz con igual intensidad que cuando LY despierta y todo se vuelve sonoro.
- Mi cara está relajada.
- Nuestra vida de pareja es aún mejor que antes... Ejem!
- La escobilla del water puede ser usada como una espada de juguete.
-  El rollo de papel higiénico tiene marcas de dientecitos.
- A veces el rollo aparece en otro lado... En trocitos.
- El Jacuzzi ahora está lleno de juguetes de agua y gel atópico.
- La batería del IPad me dura días por falta de uso.
- El móvil se pierde en lugares insospechados.
- El aseo huele a pañal usado.
- Ahora ya roncamos 4 en la habitación, y no tres como antes. Y si la niña no ronca... Malo! Me despierto con luz para ver si respira.
- El bebedero de agua de los gatos es una piscina infantil improvisada.
- Las toallitas húmedas lo limpian TODO.
- Tenemos tres tipos de saca mocos y el mejor ha sido el más barato.
- Nuestros tres termómetros dan resultados diferentes, pero el más resultón es el de chupete.
- El cajón de LY de pantalones es de 12 meses, pero el de jerseys es de 18.
- Todos se vuelcan en dejarte ropa pero lo más alucinante es que te dejen ropa de gemelas. Lo tienes todo doble....
- No hay tiempo para nada.

Y todo aquello que juré que nunca haría o diría... Empiezo a hacerlo o decirlo.
Y todo lo que en mi interior critiqué de los hijos de los demás... Me descubro haciéndolo con mi hija.
Y todo lo que me propuse grabar... Ahora no me da tiempo ni a coger la cámara.
Y todas las fotos que siempre le quise hacer... Ahora crece por momentos y no saco tiempo para hacerlas.


Y cada día soy más feliz...


 

23 de abril de 2013

LY malita: ya somos padres

Bueno, pues oficialmente ya hemos entrado en el mundo de la paternidad: ayer estuvimos con LY ingresada en el hospital. Primer susto para padres inexpertos con niña sin antecedentes conocidos...

A las cuatro de la mañana se despertó Susana porque la niña estaba muy agitada. Respiraba con dificultad, tenía la frente ardiendo y el corazón latía cual caballo desbocado. Tras tomarle la temperatura y ver 38,6º decidimos salir corriendo a urgencias, principalmente por el tema de los latidos. Y acertamos.

En urgencias del hospital nos atendieron estupenda y rápidamente. Lo primero, tomarle la temperatura a la nena: 39.1º. Mientras le administraban Apiretal y le ponían unas gasas frías, la pediatra le tomó las pulsaciones... ¡Más de 180 latidos por minuto! Hale, a hacerle un electrocardiograma...

Por desgracia, en urgencias no tienen aparatos específicos para niños. Entre que LY tiene pánico a los médicos, que estaba muy nerviosa, la fiebre, etc... el ECG salió fatal. Los picos de la gráfica se salían de la hoja. Además, pese a hacer tres intentos, no conseguían ponerle una vía a la nena, por lo que la pediatra, con buen criterio, decidió que era el momento de ingresarla, repetir el electro con la máquina de pediatría y que se quedara en observación para hacer un seguimiento de las constantes vitales.

A estas alturas, yo ya estaba para que me ingresaran a mí también... Si me hacen un electro, reviento la máquina. Susana, gracias a Dios, tiene una gran capacidad de mantener la calma en momentos así, pero la procesión va por dentro y también estaba muy nerviosa de ver cómo se desarrollaban los acontecimientos. Sobre todo porque la pediatra de urgencias comenzaba a relacionar cosas como la atresia auditiva de la nena con la eco abdominal que la harían al día siguiente...y con la taquicardia. ¿Y si aparece ahora un problema de corazón? Ufff...no quiero ni pensarlo.

Nos pasan a la planta de pediatría y una vez más se repite la escena, solo que esta vez con un aparato adecuado. El último ECG ya ha salido normal, por lo que casi se descartan problemas de corazón, pero aún así nos quedamos, pues sigue con una frecuencia cardíaca alta y no han podido auscultarla debido a la rabieta que lleva...

En la habitación, la estama es demoledora: ver a la peque con las pegatinas del electro (que no se las quitaron por si había que repetirlo), carita de pena y de malestar por la fiebre y por estar rodeada de médicos hacía que nos dieran ganas de llorar. Nos sentamos a su lado, la agarramos la manita y se quedó dormida. Gracias a Dios, pues esto hizo que sus pulsaciones se estabilizaran (en 115-120 lpm) y que pudiera descansar. Además nos permitió a nosotros conocer su "normalidad" (pese a estar aún con algo de fiebre) en lo que a ritmo cardíaco se refiere.

A las 10 y media de la mañana nos vieron los médicos. Hasta cinco personas, entre pediatras y enfermeras, reunidas para evaluar la situación. Tras revisar el ECG de la noche, la evolución de las constantes vitales de la nena, auscultarla mientras dormía y ver que todo estaba normal, diagnosticaron que todo había sido una subida de garganta fuerte (la tiene inflamada, rojísima y llena de mocos, la pobre). Así que Apiretal y Dalsy alternos cada 4 horas y a casita. ¡¡Menos mal!! Al final, acabamos saliendo del hospital a las cinco de la tarde, habiendo ingresado a las cinco de la mañana... Las doce horas más largas de mi vida (¡mucho más que las doce horas de vuelo para volver de China!)

En estos momentos es cuando te das cuenta realmente de todo lo que amas ya a esta pequeña criatura que lleva un solo mes con nosotros. La quieres por encima de todas las cosas y darías lo que fuera por su bienestar. Hoy nos hemos turnado Susana y yo durante la noche para, cada hora, despertarnos uno de los dos y revisar su estado febril (las subidas de fiebre son repentinas y tiene picos de cuando en cuando de hasta 39.4º), pese a estar ambos destrozados tras el día de hospital. El cuerpo saca fuerzas de donde haga falta para atender las necesidades de tu hija, aunque no seas capaz ni de hacerte la cena para tí... Eso sí: no quiero ni imaginar esto siendo uno sólo o teniendo que ir al trabajo al día siguiente...ufff!!

Finalmente, la peque va mejor, con la fiebre controlada gracias a los antitérmicos y esperando la revisión del pediatra de mañana por si hay que darle algo más o esperar a que se pase sólo. La buena noticia es que hemos superado nuestra primera crisis médica con éxito (¡casi diría que con nota!) y que ya, oficialmente, hemos entrado en el mundo de la paternidad: ya estamos sufriendo por nuestra hija.

Te queremos, LY. Gracias por las sonrisas que nos dedicas pese a tu fiebre y gracias por mirarnos a los ojos y apretarnos la mano para poder dormirte tranquila. Nos llenas de felicidad.

22 de abril de 2013

Cuando el apego inseguro te hace buscar otra teta...

Ya comenté en el anterior post que LY necesita el contacto para dormirse, ya que me toca el pecho, la teta, el pezón... Juega con él y se duerme tocándome. Ay, ese colecho que bueno! Qué contenta estoy de que lo estemos haciendo, notamos que nos necesita muchísimo. Pero a veces, LY, que aún no nos ha adoptado (las expertas dicen que ellos nos adoptan pasado el año) pues esta noche después de cenar en casa de unos amigos, LY ya potrosa y con ganas de dormir, ha buscado la teta de mi amiga. Y ahí se ha puesto a sobarla dulcemente.

Menos mal que no soy celosa!

Miraba a mi hija hacerle a otra madre lo que ella me hace a mí me hace darme cuenta de que su apego inseguro está ahí, aunque cada día notamos avances. Tranquila LY, no hay prisa. El tiempo que necesites... Ahora bien, cuando la hija de mi amiga ha visto que otra niña sobaba a su madre... Le ha faltado tiempo para meter la mano en el escote para reclamar lo que es suyo por derecho! Lo que hacen los celos. Quizás es una magnífica forma de que ella vea a su madre con otros ojos, con ojos de "ostras, que me la quitan".

Otra cosa ha sido que LY ha pasado su primera noche fuera de casa. Tras unos compromisos que se realizaban a horas muy tardías, decidimos dejarla por la tarde en casa de la abu, con posibilidad de quedarse a dormir si era necesario. La noche se fue alargando y cuando ya vimos que iríamos a buscarla de madrugada, nos dimos cuenta de que era mejor que no se moviera de donde estaba: un entorno conocido con una señora mayor cuya cara me suena y que me entretiene un montón.

Ante la completa seguridad de que con cualquiera de nuestras madres LY va a ser muy cuidada, no tenemos problemas en dejarlas con ellas y confiamos en su criterio, aunque por supuesto siempre desearías controlar la situación cuando no estás delante.

Mi niña ha pasado fuera su primera noche. Su padre, a las 4 de la mañana, quitaba su almohada de nuestra cama con mucha tristeza. Yo en la cama me sentía rara y añoraba enormemente los patadones de mi hija cuando duerme, sus vueltas extrañas en la cama, su manera de despertarse tarde, pero de golpe.

¡Cuánto te hemos echado de menos! Y si hemos derramado alguna lágrima al notar un hueco, imagino a la abu emocionada también porque ese hueco que estaba vacío, esas madres acostumbradas a cuidar de alguien, por fín tienen a alguien a quien dedicarse con pasión.

LY nos ha recibido con una sonrisa de oreja a oreja y con una actividad increíble. A los 5 minutos ya era ella y yo me la comía a besos. Mi bomboncito...! Quizás no es mala idea que aprovechemos este apego inseguro en mostrarle las casas de la abu y la iaia donde pasará tanto tiempo cuando empecemos a trabajar...

20 de abril de 2013

LY nos lo pone fácil

Ni en nuestros mejores sueños podríamos haber imaginado tanta felicidad. LY nos lo pone bien fácil y es muy parecida a nosotros. Duerme mucho y se despierta tarde, se come lo que le ponen por delante, le encantan las verduras, lo pilla todo al vuelo y es cariñosa a rabiar... Aunque con otros niños no. Pero hay que darle tiempo al tiempo. No sabemos ni conocemos sus experiencias con otros niños en un orfanato y por el momento, su primer instinto es de susto y rechazo hacia otros niños, aunque Norah con paciencia y tesón, acaba consiguiendo que su "pimita" juegue con ella. La verdad es que es muy dulce con ella y paciente, aunque lo quiere hacer tan bien que se frustra cuando LY la aporta de un manotazo. ¡Pobrecita!

Mientras, LY crece por momentos. Ya parece que empieza a responder a su nombre españochino y poco a poco va adaptándose al horario y a nuestra alimentación. Pero sigue siendo muy bruta jugando. Lo tira todo al suelo gritando con voz grave o hace una lucha de globos con su padre. Cariñosamente hemos comenzado a llamarla "nuestra Pequeña Gotzilla".

Sí, nos lo pone fácil. Podemos salir por ahí, quedar en casa de un amigo hasta las tantas y se duerme a su hora, no se queja de tanto trasiego de coche y de ir de una casa a otra... Demasiado fácil. ¿Qué se esconde detrás de tanta facilidad? Imagino, y duele imaginar, y duele ponerse en su lugar, el duelo que ella estará pasando. Ha perdido absolutamente todas sus referencias. Su idioma, su cultura, sus amigos, sus rutinas, sus comidas, sus cuidadoras, su idioma... Y aún así, juega y ríe con nosotros. ¿Cuándo saldrá su dolor?

Hoy, que ya empezamos a reconocer los gestos de su cara, mientras preparábamos la cena y para controlar un poco por dónde estaba en casa (ya la hemos pillado subiendo por las  escaleras a escondidas) la hemos sentado en su trona mientras terminaba de hacerse su cena. Mientras hablábamos han pasado unos cinco minutos. LY estaba callada y en apariencia relajada. La miraba de reojo hasta que me he parado un momento y la he mirado detenidamente: mirada perdida, ojos que no se fijaban en nada, ausente de nuestra conversación voces y gestos y absolutamente quieta mientras se chupaba ansiosamente el labio inferior. La cara pura del aburrimiento, el hastío, el no tener nada ni a nadie, la ausencia, las ausencias. De que? De cariño, de caricias, de palabras y gestos. Su cara era la de una niña de orfanato con muchos otros niños y a la que nadie prestaba atención. ¿Cuánto tiempo se habrá pasado así mi niña? Era la cara de las fotos que recibimos de su asignación. Una niña de mirada perdida en un entorno en el que era una más.

Cuánto duele verle esa cara. ¡Cuánto!. Mi pequeña LY nos lo pone tan fácil que nos olvidamos que lleva con nosotros apenas un mes, y que no sabemos nada de los otros 22 que tardamos en poder adoptarla. Ahora no quiero ni puedo asomarme a ese pasado que nos acompañará siempre. Necesito que viva el presente, que se vincule con paciencia a nosotros, que ella nos adopte como padres. No pienso olvidar ni omitir nada de su pasado. Es su historia y sólo de ella, pero es tan duro no saber qué ocurrió para poder ayudarla... Pero su pasado vive con ella. Sus recuerdos están ahí. No podemos enseñarle las fotos que nos mandaron del orfanato sin que su cara cambie y adopte la misma expresión que esta noche antes de la cena.

Mi niña de las caricias nos sigue cogiendo la mano para que la acariciemos, persigue el contacto físico a la hora de dormir, que es quizás su momento de más ansiedad y de lloros. Nos necesita. Las últimas noches, tumbados los tres en la cama y con ella dormida, buscaba con su mano mi pecho, me tocaba una teta, hundía sus dedos, relajaba la mano, volvía a apretar... Se acercaba a mi pezón, apoyaba la boca, me miraba sonriendo mientras se volvía a dormir. Si intentaba separar su mano al creerla profundamente dormida pues enseguida abría los ojos y volvía a apoyar su mano entre mis pechos. Así una y otra vez hasta que cae en un sueño profundo. ¡La importancia del contacto físico, de la piel con piel, de dormir juntos los tres aunque eso nos suponga estar incómodos de noche. Ella es lo importante, la que manda ahora mismo en nuestras vidas.


16 de abril de 2013

No tener rutinas pasa factura

Por ser de necesidades especiales, nuestras bajas por maternidad y paternidad son un poco más largas. Dos semanas en mi caso. Ya hay alguien que me ha felicitado por esos 14 días "extra" y la verdad es que no he tenido ganas de contestar.

Desde que llegamos a España, hace menos de tres semanas, puedo contar con los dedos de una mano los días que no hemos tenido médico, papeleo administrativo, consultas a la trabajadora social, más médicos... Los días se caen en una vorágine de consultas y burocracia. Aún nuestra LY no tiene rutinas. Imposible tenerlas cuando, además, llegas en plenas vacaciones de Pascua y tienes ganas de disfrutar con tu hija de la familia.

El resultado es, como mínimo, curioso. Teníamos las ideas tan claras... La hora de levantarse, las rutinas, no ver la tele comiendo para hablar, jugar con ella, dar largos paseos matutinos, disfrutar de la playa ahora que no quema el sol, hacer una buena siesta, ir al parque, un bañito, la cena y... A la cama! Que ya son las ocho y media! A ver, somos conscientes de que las rutinas se rompen en muchas ocasiones, pero la idea siempre fue que el grueso de la rutina se cumpliera cuando pudiéramos.

El resultado final es que: A fecha de hoy, ese horario jamás se ha cumplido, entre otras cosas porque hay tantas cosas que hacer por las mañanas, que al meternos en el coche de camino a casa la pobre LY se queda dormida sin siquiera haber comido. Cuando llega ya es para comer y luego, obviamente, ya no quiere dormir, y nosotros acabamos reventados.

Mañana por ejemplo, comenzamos con las visitas en el hospital. Sabremos ya a qué especialista o especialistas la asignan y las pruebas que tienen que hacerle. De nuevo más problemas para intentar un plan que ella está pidiendo a gritos. Es realmente complicado. Sabemos lo que necesita pero no se lo podemos ofrecer, y el descontrol que eso le supone a ella hace que esté más nerviosa e irritada, más sociable con nosotros pero antisociable con los demás. Grita a veces muy fuerte, no se si por sus problemas de audición, unas veces se vuelve a la primera al llamarla y otras se hace la sorda que da gusto. Necesita rutinas para saber qué viene a continuación, y no se lo podemos ofrecer. ¿Qué podemos hacer?

12 de abril de 2013

Caricias

Llevo mucho tiempo deseando escribir en el blog. Poder contar y completar nuestra experiencia de adopción gracias al recopilatorio que Dani se ha encargado de hacer. Gracias mi amor, por tus palabras y tu tiempo dedicado.

¡Qué fácil resulta ahora todo! ¡ Qué deprisa se olvidan las angustias, los miedos, los tiempos de espera de este largo e inacabado camino! Dos semanas antes de nuestros viajes, estábamos sentados en la consulta de la psicóloga hablando de la preparación para el cambio de vida que se avecinaba. Hablábamos libremente y sin miedo, y yo recuerdo llorar aterrorizada en la consulta. Llorar porque unos días antes un equipo de especialistas en Madrid me había asegurado, tras ver las fotos y video de nuestra querida LY, que presentaba rasgos autistas y posible retraso mental.

 Creí que el mundo se me venía encima. Recuerdo llorar amargamente, aterrorizada ante la perspectiva de no poder, no saber comunicarme con mi hija. Además tuvieron la delicadeza de informarme que si la niña no cumplía los requisitos de nuestro CI, siempre podríamos solicitar un cambio de expediente ya en China y traernos otro niño o niña con una patología que asumiéramos.

Fueron días de mucho hablar, pero siempre quedó clara una cosa desde el principio: que LY era ya nuestra hija, tuviera lo que tuviera y nos encontráramos lo que nos encontráramos. Y que o era ella, o no era ningún otro.

Ha sido la decisión más difícil de mi vida: asumir mis miedos y vencerlos. Recuerdo salir de la consulta y hablar con Dani. Llegar a casa y quedarnos horas en el coche hablando de la situación porque era tan importante, que no podía romper el hilo del mismo ni siquiera un acto tan simple como el de salir del coche y entrar en casa. Ahí decidimos que tirábamos para delante pasase lo que pasase, aceptando las consecuencias que tendría en nuestra vida familiar... y matrimonial. Gracias mi amor, por hacerme ver las cosas con claridad y por tu firmeza y potencia en las decisiones.

Aceptamos. Aceptamos lo que traiga. No sólo sus problemas físicos, sino también aquellos psíquicos de los cuales nos han informado. Viva el terror, tomemos los ansiolíticos que sean necesarios y comencemos a recorrer el camino que el destino nos tiene preparados.

Llorando de emoción y miedo y alegría y desconcierto y un montón de sentimientos que estaban ocultos en lo más profundo del corazón... Llorando los dos, repito, fuimos preparando las maletas, dormimos en la cama la última noche en casa antes del viaje, fuimos a trabajar el mismo día en que nos íbamos a Madrid... Porque trabajamos hasta tres horas antes de pillar el tren de ida. Llorando nos subimos al tren rodeados de amigos y familia, viendo como se despedían de nosotros en el andén de la estación. Seguimos llorando de camino a Madrid ilusionados y con el miedo en el cuerpo, tocándonos, acariciando nuestros rostros, secando las lágrimas el uno del otro. Y seguimos llorando hasta en el avión, y sólo nos conteníamos porque S., la otra mamá adoptante, nos calmó con unas lonchas de lomo y pan un ratito antes de embarcar y consiguió distraernos con su charla mientras nos animaba discretamente a entrar en el avión.

El avión, ese otro gran miedo. Recuerdo ir por la pasarela de embarque con ganas de dar media vuelta, enfrentándome a otro de mis miedos y no dar media vuelta porque S. Seguía dándonos conversación y distracción. Gracias a ella logré subirme más tranquila y las lágrimas que brotaron de nuestros ojos cuando el avión despegó no se nos quitaron en la siguiente hora, mientras nuestras caricias continuaban.

Todos los miedos y los lloros desaparecieron en el mismo momento en que ya en China, LY vió a su padre primera vez, y se echó a sus brazos. 

La primera vez que vi a mi hija y sentí que ella aún tenía más miedo que yo, acabó con mis lloros y angustias. Salió una fuerza no se de dónde que enjugó las lágrimas y las convirtió en el sentimiento de amor y protección más poderoso y profundo que pueda tener un ser humano: esa personita que acaban de poner en mis brazos es mi hija. No sé cómo está pero nos da igual. Es nuestra, pase lo que pase y esté como esté. En ese momento sabes que tenía que ser ella, que ha sido ella desde un principio y no otra, que el mundo se detiene, que se paran los relojes, que te quitas años de encima. Te das cuenta de que la espera mereció la pena porque simplemente, tuvimos que esperar a que ella naciera. Te llenas de un orgullo espectacular y acabas besando a tu marido con tu hija en brazos siendo la persona más feliz del mundo. 

LY nos regaló sus primeras sonrisas y risas desde la primera noche. Durmió con nosotros de tirón y se despertó entre nosotros mirándonos extrañada. Mi pobre niña! Conoció a su familia del corazón y adoptiva gracias a la tecnología y vimos con un nudo en la garganta llorar a Damián y Silvia, sabiendo que ellos siguen esperando angustiados el camino de su destino. Vimos a la abuela que no pudo contener el llanto, hablamos con mi familia, nos emocionamos con las lágrimas de Manolo y las palabras emocionadas de Maribel... Estábamos a 12.000 kilómetros de distancia pero no estábamos solos. Había una red de wassaps, mails, llamadas de las que nos enteramos cuando ya llegamos a España. Y poco a poco pudimos ir hablando y viendo a toda esa gran familia.

Y se acabaron los lloros. Sólo lloré dos veces más. La primera en el tren que nos devolvía a Pekín. Ese día miraba a esa pequeña criatura que en los brazos de Dani, arrancábamos de su tierra, de su ciudad natal, del lugar donde su madre biológica la dejó no puedo asegurar muy bien el motivo. ¿Qué derecho tengo yo a que LY abandone todo aquello que ha conocido y querido hasta el momento? Conmigo ella ya no volverá a respirar el aire de la playa de Yantai, no volverá a escuchar palabras cariñosas pronunciadas en su idioma por su cuidadora, no jugará con los niños con los que se ha criado. 

No hemos podido averiguar nada de sus orígenes y nos han mirado extrañados cuando hemos preguntado si podemos contactar con alguien en la provincia que pueda buscar algo sobre su familia biológica. Así que mi pena por LY, por esa madre que me ha hecho madre a mí, arrancó gruesas lágrimas que disimulaba mientras atendía a mi pequeña y a su constante necesidad de tener algo en la boca para comer.

La siguiente vez que lloré fue en el avión de regreso a casa. Una vez que S. estuvo sentada con su criatura, pude relajarme un poco y creerme al fin que por fin volvíamos a casa, con una niña que no tenía nada de autismo y que si tiene algo de retraso, que baje Dios y lo vea aunque me da exactamente igual que lo tuviera. Con el milagro de que el cielo, el destino, Dios o como quieras llamarlo, nos ha hecho padres de una hermosa criatura alegre, tragona, risueña, con carácter, muy activa... el milagro de tenerla en brazos, mirarle la cara, sentirla tuya, notar que nos busca, que algo de vínculo se está creando. Que la vida ya nunca será la misma porque este regalo nos lo han puesto en los brazos

Mi hija. Mi sol. Mis dos soles junto a su padre. Mi niña, que gracias al don de Dani con los niños, ha descubierto el poder de las caricias con ella. La niña que se duerme simplemente dándole caricias, masajeando su pelo, su barriga, su espalda... Mi hija, que necesita contacto físico para dormirse, que se tumba a mi lado y me toca la cara con su manita, y yo noto como su mano va resbalando por mi cara mientras se va durmiendo. Caricias y más caricias, y besos sonoros y otros que no suenan. Y las risas matutinas, y las miradas pícaras de "sé que estoy haciendo algo mal y me río mientras te miro". Los balbuceos, los potitos, probar alimentos nuevos y hoy incluso, su primera paella, jeje.

Mi tesorito sólo tiene una carencia. Le falta amor y todo lo que eso implica: seguridad, alegría, caricias, rutinas, empatía y también límites... Pero con cariño. Y masajes, y besar cada centímetro de su cuerpo porque ella así lo pide, y parar el masaje en la barriga pensando que está dormida y despertarse agarrando tu mano y poniéndola de nuevo en su vientre mientras me lleva la mano en pequeños círculos por su barriga. Esa es mi niña. La niña de las caricias...

6 de abril de 2013

Día 14. 27 de Marzo. Regresamos a casa.

A las ocho de la tarde del día 26 nos está esperando nuestra guía en el hotel. El "chico de las maletas" baja todos los bultos mientras nosotros saldamos la cuenta del hotel (nos hemos llevado un mapa de Beijing de recuerdo que vale 10 yuanes). Nos subimos por última vez a un coche que nos llevará hasta el aeropuerto donde cogeremos el vuelo de vuelta a casa. La guía nos acompañará hasta la puerta de embarque y hará de intérprete por el camino en caso de ser necesario. Hoy está amable y casi cariñosa con nosotros. En fin, un poco tarde, pero más vale tarde que nunca...

En el aeropuerto lo primero que hacemos es envolver las maletas en celofán. No es una medida especialmente segura, pero nos entregan por cada maleta un justificante de haberlas envuelto, por lo que si al llegar a España alguna de ellas está abierta, podremos indicárselo a la Policía y acreditar que en Beijing las envolvimos por precaución, así evitamos líos. Nos ponemos a la cola junto a otras personas que están esperando para lo mismo y mientras tanto observamos el proceso. Hay tres personas trabajando allí: una señorita que va cobrando a la gente mientras dos chicos se encargan de despachar las maletas. Uno las va colocando en una peana y guiando el celofán que dispensa una máquina con gran destreza mientras que el otro coloca cintas de embalar alrededor de las maletas ya precintadas ayudándose de otra máquina. Ambos chicos están muy fuertes, pues manejan los diferentes bultos (de gran peso todos ellos) con una soltura que llama la atención poderosamente...

Mientras esperamos, sucede una escena curiosa: alguien ha traído una bicicleta para embalar. ¿Cómo se embala algo tan irregular? En España habría sido un "sentimos no poder ayudarle", pero esto es China. Aquí todo es posible. Jugándose el tipo, los dos chicos insertan como pueden la bicicleta en la plataforma de embalado y van guiando el celofán en una maniobra no exenta de riesgo. Ver la bici dando vueltas en la plataforma y a uno de los chicos esquivándola como puede mientras hace equilibrios en un borde de metal junto a la máquina es todo un espectáculo. El resultado final es que la bici queda envuelta en precinto como cualquier otro bulto, aunque con una de las ruedas rotas (es de plástico y no ha soportado la tensión del celofán...). Bueno, al menos se la puede llevar...

De ahí nos dirigimos al mostrador de facturación. En él nos está esperando nuestra querida amiga S. con su hija. Tiene cara de seguir mala y está a punto de echarse a llorar. Nos va contando todas las peripecias de esta semana y media. Las ha pasado canutas y estando sola, lo que es aún peor. Intentamos calmarla explicándola que ya estamos juntos y ya ha pasado todo, que ahora se puede apoyar en nosotros y que vamos a ayudarla en todo lo que necesite hasta que esté con su familia de vuelta. Está demacrada, ha adelgazado varios kilos y parece al límite de sus fuerzas... Su hija es un bombón, pero también ha estado malita y además sólo quiere estar en brazos de su madre, sin entender que ella ya no puede ni con su alma... Pobrecita. Hasta ha contratado los servicios de un chico del aeropuerto para que la ayude con las maletas y no tener que hacer colas ni esperar en los controles, de lo cansada que se encuentra. Ánimo, ya queda menos...

Facturamos las maletas sin problemas pese a estar todas ellas pasadas de peso y nos dan nuestras tarjetas de embarque. Ya nos sentimos más cerquita de casa, aunque tenemos dudas sobre cómo van a ser las siguientes doce horas y media que dura el vuelo... ¿LY estará preparada para un vuelo así? ¿Cómo lo llevará? ¿Y nosotros?

Seguimos andando hasta llegar al punto en el que nos separamos definitivamente de nuestra guía. La damos las gracias, el sobre con la propina "voluntaria" que la ECAI nos indicaba en sus instrucciones y nos despedimos de ella para, posiblemente, no volver a verla nunca. A partir de aquí estamos solos. Bueno, solos pero con nuestra amiga S. y su simpático ayudante, que al final acaba ayudándonos a todos. Por el camino (él nos va guiando por el aeropuerto) charlo un poco con él. Entiende bastante bien el inglés y podemos comunicarnos de forma razonable. Acabo dándole unos yuanes de propina adicionales a lo que S. le paga por sus servicios, pues ha resultado de gran ayuda y nos ha permitido acceder por la puerta "VIP" sin hacer colas... ¡Hasta hemos pasado por una puerta que ponía "acceso para diplomáticos"! Jo, qué gusto dan estas cosas cuando ya estás con ganas de llegar...

Esperamos al fin en la puerta de embarque, con los nervios a flor de piel. S. nos cuenta cómo ha sido su odisea y la verdad es que es espeluznante. Esta mujer se ha ganado a pulso el título de madre tras aguantar carros y carretas durante una semana y media, luchando contra la fiebre, el agotamiento y tener que lidiar con una peque bastante más movida que LY...

Nos llaman a embarcar. El avión está a pie de pista, por lo que nos llevarán en autobús. Por el camino, S. se marea y nos dice que la ayudemos, que está muy mareada y teme caerse... ¡Vaya panorama! Tenemos serias dudas de cómo va a aguantar el vuelo esta mujer que está verdaderamente al borde de sus fuerzas...

Al llegar al avión, Susana se queda con LY abajo mientras ayudo a S. a subir (que sigue mareada y hay que acceder al avión por la escalerilla). Cuando la dejo con las azafatas vuelvo a por Susana que ya está subiendo las escaleras. Estamos al fin en el avión, que por cierto parece más pequeño que el de la ida... ¿será posible?



Cuando entramos al avión, nuestras sospechas se confirman: tanto el de la ida como el de regreso son Airbus A330, pero el de ida era de la serie 300 y el de vuelta es más antiguo, de la serie 200. ¿Diferencias? En el de ida nos sobraban unos centímetros a ambos lados del asiento que nos permitían cambiar de postura y la cuna de viaje soportaba 10 kg (suficientes para LY, que pesa 9.6 kg), mientras que en este nos quedamos encajados en el asiento (rozamos por ambos lados al sentarnos) y la cuna no soporta más de 9 kg, por lo que nos tocará llevar a LY en brazos todo el vuelo. Uff... esto promete.

El despegue se realiza de forma suave y progresiva. No sabemos si por la serie de avión o por qué pero el ascenso lo está realizando de una forma mucho más gradual que en España, por lo que la cabeza no se resiente tanto y la presión en la cabina se va adaptando de forma suave. ¡Ya estamos volando! Volvemos a casa... LY ha llevado muy bien el despegue, gracias al Chupachups que le ha dado su madre (a mí me ha dado otro, jejeje...). De momento todo va bien. Me acerco a ver a S. tan pronto estamos volando para ver cómo lo lleva. Ella tiene el mismo problema que nosotros con la cuna, pero encima se ha sentado al lado suyo un chino bastante guarrete que la está incomodando mucho. Además, S. no habla inglés y las azafatas no la entienden. Me ofrezco de traductor, conseguimos explicarle a las azafatas todo lo que necesitaba que supieran y le explico a S. que ya no está sola, que estamos para ayudar en lo que necesite, que no debe preocuparse... Lo ha hecho muy bien y ha sido muy valiente. Lo peor ya ha pasado. De repente, rompe a llorar. Toda la tensión acumulada de estos días tiene que salir por algún lado y explota en el momento en que se siente segura por primera vez, cuando ve que por fin ha logrado subir al avión que la lleva de vuelta a España y con gente cerca que la va a ayudar... Pobre mujer. Me parte el alma verla así. La abrazo para consolarla un poco y cuando finalmente se recompone, la indico dónde estamos sentados para que pueda buscarnos si necesita algo...

Vuelvo a mi asiento y la verdad es que tanto Susana como yo nos encontramos bastante cansados, así que lo mejor será que intentemos dormir. ¡Ja!, me digo para mis adentros... Dormir en un avión. Lo que me faltaba por imaginar... Pues sí. El cansancio también ha hecho mella en nosotros y acabo durmiendo casi cinco horas del tirón con LY en mis brazos. Nos dormimos juntos justo después de tomar algo de cena (arroz con no-se-qué y una salsa rara que estaba bastante decente) y cuando nos despertamos ya ha pasado casi la mitad del viaje. ¡Si ni siquiera me he enterado de las turbulencias que hemos tenido! Susana decía que el avión se movía como si fuera el tren... Pues mira, genial, mejor así.

El resto del vuelo transcurre con normalidad, aunque se hace realmente eterno. Doce horas y media de viaje es demasiado incluso para gente que no le da miedo el avión... Por en medio, hablamos un par de veces con S. (que ha cambiado de asientos a la parte trasera del avión porque no soportaba al chino de su fila, su hija no dejaba de llorar y comenzaba a incomodar a la gente de alrededor y además en la parte trasera puede tenerla tumbada usando dos asientos...) y con O., un chico que conocimos en la cola de embarque que también es de Alicante. Es un joven emprendedor que tiene varias empresas de importación y exportación con China: exporta vino de Rioja e importa móviles y fuegos artificiales... Un chico muy majete con el que compartimos algunos de los detalles que más nos han llamado la atención de nuestra experiencia asiática y que nos cuenta también las cosas que le sorprenden aún a él.

Llegamos por fin al momento de aterrizar en Barajas. Como ya preveíamos, el aterrizaje una vez más es muy suave. Ya estamos en territorio español. ¡¡YUJUUUU!! Lo hemos logrado.

El avión rueda durante veinte minutos por la pista hasta llegar a la zona donde debemos desembarcar. ¡Casi llegamos a creer que el piloto se había perdido en el aeropuerto! Descendemos de la máquina voladora infernal en la que hemos estado más de doce horas con ganas de estirar las piernas y, sobre todo, con ganas de regresar a nuestra querida Alicante y ver a la familia y los amigos. Ayudamos a S. con la nena y el carro mientras nos dirigimos a la cinta donde debemos recoger las maletas, que tardan en salir casi una hora. S. se encuentra algo mejor, aunque la nena no ha dejado de llorar durante prácticamente todo el vuelo y ha crispado algo los nervios de su madre. Normal. Al fin salen nuestras maletas de la cinta y nos dirigimos a la salida. Allí, S. se encuentra con su familia que la está esperando. Nos despedimos entre lágrimas (una vez más se ha venido abajo al sentirse a salvo con su gente) y con la promesa de reencontrarnos en breve. Vive relativamente cerca, así que esperamos que podamos juntarnos de cuando en cuando...

Cogemos un taxi para ir a la estación de tren. Aunque tenemos el tren de vuelta a las 9:20, vamos a ver si tenemos suerte y podemos coger el anterior para llegar a casa pronto. El taxista conduce a una velocidad casi temeraria (140 km/h en zona de 80...) sin haberle dicho nada nosotros, pero no rechistamos: nos viene bien para intentar cambiar el tren... Cuando al fin llegamos a Atocha, el taxista nos cuenta una milonga de tasas de eurotaxi, bultos, equipaje y no-se-qué para acabar cobrándonos 50 euros por la carrera en lugar de los 30 que marcaba el taxímetro. Ya nos han pegado el primer clavo, síntoma inequívoco de que hemos llegado a España... Susana comienza a reprochárselo, pues a ella le dijeron hace unas semanas que más de 30 euros sería un robo y así se lo hace saber al taxista, pero ni tenemos tiempo ni ganas de discutir, así que le soltamos los euros y le despedimos con un "que tenga Ud. un buen día" que esperamos suene a otra cosa mientras nos dirigimos a la zona de cambio de billetes.

En la ventanilla de "Salida inmediata" me cambian los billetes. El chico me indica que aunque vamos algo justos de tiempo no vamos a tener problema en coger el tren y que además tenemos suerte: el resto de trenes con dirección a Alicante para hoy van llenos. No hay billetes. ¡Claro! ¡Si mañana es Jueves Santo!

Pago con la tarjeta el importe del cambio de billetes y corro con Susana hacia el control de acceso. La guardia de seguridad nos detiene y nos indica que sólo tenemos un billete. ¿¿¿COMOOOOO??? Pues sí. El chico de la ventanilla se ha equivocado y sólo ha cambiado un billete. Salgo disparado corriendo a lo Carl Lewis mientras pienso que como perdamos este tren y haya vendido los billetes del de las 9:20 nos quedamos en Madrid y pueden rodar cabezas. Llego a la ventanilla, se lo explico, me ofrece mil excusas mientras me hace el cambio, pago y salgo de nuevo corriendo sin mirar siquiera el vagón asignado o si viajamos juntos o no. Pasamos el control deprisa y corriendo y accedemos al fin al andén.

El tren está a punto de salir, así que aunque no hemos llegado a nuestro vagón (que por cierto nos ha puesto separados... vagones uno y tres...), nos subimos por miedo a que el tren se nos escape. Es subir y cerrarse las puertas. ¡Menos mal!

Arrastramos las maletas, el carro y a LY hasta el vagón restaurante donde tomamos algo de aliento... Estoy sin resuello y seguramente con un subidón de tensión tremendo, por culpa del estrés que nos ha generado el inútil de la ventanilla de venta de billetes. Spain is different. Realmente añoro la eficiencia china para estas cosas...

Cuando pasa el revisor le explicamos lo ocurrido y si sería posible viajar juntos. Comienza poniendo una cara de fastidio, pero cuando le contamos toda la peripecia se apiada de nosotros y nos proporciona asientos contiguos en el siguiente vagón. Y encima, mientras esperamos, aparece O. sonriente... ¡Viajamos en el mismo tren! ¡Qué alegría! Se ofrece a ayudarnos a llevar las maletas hasta nuestro vagón mientras le contamos toda la historia. Él casi pierde el tren pese a haber salido bastante antes que nosotros del aeropuerto, así que no se explica cómo hemos conseguido cogerlo. En cualquier caso, charlamos un rato con él y quedamos para hablar un ratillo después, cuando nos hayamos serenado de la subida de adrenalina...

El viaje en tren es fantástico y se nos hace hasta corto. ¡Normal, después de doce horas y media de vuelo! LY lo lleva estupendamente y está con cara curiosidad, esperando la llegada a casa:


Durante el trayecto charlamos con O. y nos intercambiamos las direcciones de correo electrónico. Me da una tarjeta de visita suya, de otra empresa que tiene creada en Alicante (¡y ya son cinco! Desde luego este chico no pierde el tiempo...) y nos despedimos esperando volver a vernos en el futuro.

Hablamos con la familia, mandamos whatsapps a los amigos... ¡estamos llegando! Tenemos preparada la bandera de China que le regalaron a LY en Tian'anmen para que se la reconozca al bajar del tren. ¡Cuántas emociones acumuladas! Las ganas por reencontrarnos con familia y amigos son enormes...

El tren llega finalmente a Alicante y podemos ver por las ventanillas a las abuelas buscándonos desesperadamente. Intentamos hacer que nos vean, pero los cristales deben ser ahumados y no se ve nada desde el exterior, así que pasamos de las maletas, de las bolsas y del carrito y decidimos que este es el momento de la familia. Nos vamos los tres a la puerta del tren y... allí están. Lo primero que vemos aparte de las abuelas es a parte de nuestra familia del corazón que ha venido con una pancarta enorme a recibirnos:

 
Las abuelas se vuelven locas con la nena: no pueden dejar de llorar y de comérsela a besos:





 
Han venido a recibirnos todos los que han podido (pensando encima que es un día laborable a media mañana...). ¡Si ha habido gente que incluso se ha "escapado" del trabajo en el rato del almuerzo o dejando reuniones a medias! Gracias, gracias a todos por este maravilloso recibimiento:





Nuestras caras son ya de felicidad plena, de tranquilidad, de relax. Atrás han quedado las tensiones, la espera, las dudas, la incertidumbre. Hemos llegado a casa con nuestra peque, que además es un bombón y se lanza a los brazos de todo el mundo, haciendo las delicias de nuestra familia y amigos. Intentamos estar con todos a la vez y es imposible, pero les emplazamos a todos para irnos viendo durante los próximos días. Ahora necesitamos descansar y adaptarnos al nuevo ritmo, que hemos atravesado siete husos horarios y esto nos va a pasar factura a todos, pero en especial a la peque.


 
Nuestro viaje concluye aquí, pero no la aventura de ser padres, que no ha hecho más que comenzar. Este diario de viaje da paso a nuevas entradas con nuestro nuevo día a día, nuestras experiencias tras la adopción. No queremos quedarnos solo en el preadoptivo, en la espera o en el viaje. Sabemos que hay muchas familias al otro lado que quieren saber qué ocurre después, qué pasa cuando ya está la peque en casa, qué ocurre en nuestras vidas y qué se siente. Intentaremos dar respuesta a todas esas cuestiones en próximas entradas. Tenemos una deuda pendiente con todos los que nos habéis estado apoyando durante este proceso y no podemos fallaros ahora, así que con la frecuencia que LY nos permita iremos contándoos las cosas que nos vengan a la cabeza sobre o que viene después, lo prometemos. Solo nos queda ya agradeceros de corazón a todos vuestro apoyo. A los que estuvisteis despidiéndonos el día que partimos hacia Madrid, a los que nos recibisteis el día de vuelta, a los que no pudisteis venir ninguno de los dos días porque trabajabais pero estabais con nosotros de corazón y a los que nos leéis y nos habéis dejado comentarios de apoyo de cuando en cuando. A todos vosotros, nuestra familia -tanto biológica como del corazón- MIL GRACIAS. Os queremos muchísimo y sin vuestro apoyo el proceso hubiera sido aún más duro de lo que ya lo ha sido. Nunca podremos devolveros todo lo que nos habéis ofrecido con el mayor cariño del mundo. Sois fantásticos. Gracias por hacer que LY esté hoy durmiendo en casa a nuestro lado con su cara dulce y tierna. Gracias por hacer nuestro sueño realidad y acompañarnos durante el mismo. Gracias. La cuna ya no está vacía. Somos, al fin, padres.

Día 13. 26 de Marzo. Inscripción consular y a hacer las maletas.

Hoy el día se prevé largo: a los trámites que toca realizar hoy hay que unir que ya no pasaremos la noche en el hotel. ¡Esta madrugada toca volar de vuelta a casa! Eso supone que no vamos a dormir (al menos cómodamente) durante las próximas casi 36 horas...

Comenzamos la mañana igual que ayer: mientras Susana se queda desayunando con la peque yo me acerco al consulado Español de Beijing para solicitar la inscripción consular de la adopción y su inclusión en nuestro libro de familia. Allí nos juntamos varias familias adoptantes, dos familias de ACI y tres de Andeni, además de la guía de nuestra amiga S. que justo sale del consulado cuando nosotros llegamos. A través suyo nos enteramos de que nuestra amiga está fastidiada, con fiebre alta (39.8º anoche) y que está pasándolas canutas. Pobrecita. No sé cómo podemos ayudar, pero cuando vuelva al hotel se lo comentaré a Susana, a ver qué podemos hacer...

La secretaria del consulado nos va llamando y la entregamos los papeles, tanto los que ha recogido nuestra guía para la tramitación del visado como los de la inscripción consular de la adopción en el libro de familia. Me llega el turno y la señorita pega un respingo al ver que somos de San Juan de Alicante... ¡¡Ella es de Aspe!! Comenzamos a charlar de forma animada y al final resulta que conoce hasta a amigos comunes... El mundo, una vez más, demuestra ser un pañuelo. Me cuenta que a pesar de haberse acostumbrado ya a estar en Beijing (lleva ocho años aquí), lo que más echa de menos de Alicante es la playa y el tiempo... ¡Normal!

Una vez realizados los trámites regresamos en taxi al hotel. Esta tarde tocará regresar al consulado a recoger la documentación ya formalizada, por lo que no podemos irnos muy lejos hoy. De todas formas, tenemos las maletas por hacer, así que no pasa nada si nos quedamos en el hotel.

Nuestra guía nos indica que no hay problema en quedarnos en nuestra habitación hasta la hora de irnos al aeropuerto (a eso de las 19:45 vendrá el chico de las maletas a ayudarnos a bajar todo) y nos despedimos de ella hasta esa hora. La otra familia pasa un rato más tarde a despedirse: ellos se irán al día siguiente en el vuelo de la mañana, así que van a aprovechar su última tarde en Beijing saliendo con los niños por ahí. Besos, abrazos, buenos deseos y hasta otra ocasión.

Comenzamos a hacer las maletas con calma, procurando repartir los pesos. Nuestra guía nos ha comentado que las bolsas de mano no las pesan, así que no hay problema si llevamos algo de exceso de peso en las mismas fuera de la molestia de tener que transportarlas. Nos dedicamos a equilibrar pesos para que las maletas que vamos a facturar pesen lo que deben, pero es tarea imposible. En fin, esperemos que tengan la misma tolerancia que en España: todas ellas van pasadas de peso entre uno y dos kilos...

Haciendo las maletas nos hemos pasado el resto del tiempo que teníamos disponible, así que a la hora convenida sube el chico de las maletas a recogernos. Comienza nuestra última jornada, pero mejor os la contamos en nuestra siguiente entrada, pues no se puede concebir el viaje si contamos su inicio en un día distinto. ¡A volar tocan!