24 de marzo de 2013

Día 9. 22 de Marzo. El pasaporte, el hospital y el PizzaHut del PlayBoy

Hoy nos hemos levantado con el rabillo del ojo puesto en la fiebre de LY. Estos días están siendo una pequeña montaña rusa para ella, ahora destemplada, ahora normal, ahora con 37.5º de fiebre… El catarro la está pasando factura y la pobre no deja de sudar, pero nuestra querida familia nos tranquiliza diciéndonos que mientras no llegue a 38º no nos preocupemos demasiado y que es un proceso de garganta, sin más.


Tras nuestro querido desayuno en el buffet chino del hotel (empiezo a desear mi tostada con tomate, mi manzanilla y una tortilla de patatas más que nada en este mundo) nos volvemos a la habitación pensando en acercarnos al centro comercial a realizar algunas compras, pues el día ha salido gris y contaminado una vez más y LY no está para muchos trotes. Quedarnos en el hotel un día más tampoco nos atrae, así que la solución intermedia del centro comercial no parece mala…

En esas estamos cuando nos llaman al teléfono de la habitación. Es nuestra guía. Desdiciéndose una vez más de lo que nos había dicho en los días previos, nos comenta que es necesario que vayamos los tres con ella a comisaría para recoger el pasaporte de la niña. Entiendo que en esta provincia los trámites son complicados (ella misma ha definido Jinan como la ciudad que hace de “perro del gobierno central”, por lo exigente que es para la documentación), pero me empieza a parecer que S. no tiene mucha idea del terreno que pisa aquí, pues es su primera adopción en esta provincia… En fin, no nos queda otra, así que quedamos con ella a las once para irnos con un chófer a la comisaría.

Una vez allí nos esperamos unos minutos mientras ella va a realizar las gestiones pertinentes. La vemos ir a una ventanilla, a otra, discutir con un policía, llamar a otro que parece de más rango para comentar el tema… Al cabo de un ratito vuelve un poco indignada y nos indica que el pasaporte aún no está y no tiene todas consigo de que vaya a estar a lo largo de hoy (¡Dios mío! Me veo quedándonos aquí hasta el lunes o viniendo el lunes en tren bala a primera hora a recoger el puñetero pasaporte…). Como quiera que la comisaría cierra a las cuatro y media de la tarde y aún queda tiempo, prefiere esperar un poco a ver qué pasa. Ya les ha dicho que al solicitarlo pagamos 200 yuanes por tramitarlo por vía urgente (nos enseña la solicitud en la que así lo indica, en perfectos e ininteligibles caracteres chinos), así que espera que se solucione el tema por sí solo y, en caso contrario, hablará con el jefe de todos ellos para intentar resolverlo por la vía diplomática…

Toca esperar. Como ya la hemos comentado que la nena está bastante acatarrada y que la fiebre sube y baja de forma constante, nos dice de ir al hospital a que la vean. Al principio nos suena un poco exagerado, pero pensando en lo que nos queda por delante (cuatro días en Beijing más un viaje de doce horas y media de avión) quizás no sea tan mala idea confirmar lo que tiene la peque y ver si necesita tomarse algún medicamento, así que asentimos y nos dirigimos con un taxi al hospital. De camino, S. emite un pequeño sonido de sorpresa y se ríe: se ha olvidado de que el chófer aún nos está esperando a la salida de la comisaría (Dios, que cabeza tiene esta mujer… podríamos habernos ahorrado el incómodo taxi…). Le llama para avisarle y que se dirija al hospital donde vamos para esperarnos a la salida.

Tras diez o quince minutos de taxi llegamos al hospital. Es una especie de hospital universitario pero específico para niños, algo así como un hospital de pediatría.



Entramos con S. y la nena y lo primero que encontramos es una sala de espera inmensa con una enfermera típica (vestida de rosa y con cofia rosa a juego) que nos indica dónde dirigirnos. En la sala de espera se agolpan familias con niños que, sentados, miran una pantalla de alrededor de cinco metros de larga con películas de dibujos animados para amenizar la espera… Ese pantallón en España debe costar como media planta del hospital de San Juan, me digo para mis adentros mientras nos dirigimos a la siguiente ventanilla.

Otra enfermera habla con S. y le cuenta cómo funciona aquí el proceso: debemos soltar 200 yuanes de depósito que cargan en una tarjeta de prepago. De ella se irán descontando el coste de los diferentes servicios que nos presten y, si sobra dinero, nos lo devolverán al final del proceso. Ponerse malo aquí sale caro, pero debe ser la única forma de sostener un sistema sanitario en un país de tantos miles de millones de personas…

Tras pagar el depósito y obtener la tarjeta nos dirigimos a la zona de los pediatras. Cogemos número y aguardamos en otra sala de espera, en esta ocasión más pequeña, mientras vemos una pequeña pantalla con dibujos animados que van enseñando a los peques que no se debe fumar. Para ello, en el monitor se suceden una serie de encuentros de personajes con un niño que está fumando. Algunos de los personajes, al acercarse al precoz fumador, mueren soltando gotas de sangre por la boca. Una experiencia que o te graba a fuego que no debes fumar o te traumatiza de por vida, pensamos Susana y yo mientras nos miramos alucinando.

Mientras llega nuestro turno vemos también a un señor de la limpieza barriendo. El hospital está bastante limpio y huele a lejía, así que debe haber varios equipos de limpieza trabajando constantemente, pensamos. Nuestro mito sobre la limpieza del lugar se nos viene abajo al ver a este señor barrer el suelo, limpiar los asientos con la misma escoba de barrer el suelo y volcar las papeleras al suelo (esparciendo por el aire toda la porquería que pudieran contener) para, una vez más con la misma escoba, unificar toda la basura en un único punto del lugar y meterlo de nuevo en la papelera. Toda una exhibición de lo que no se debe hacer al limpiar en un hospital occidental en menos de dos minutos…

Nos toca el turno al fin y pasamos a la consulta de pediatría. Cuando entramos en la consulta, la familia anterior aún no ha salido (¡viva la protección de datos!), así que tenemos tiempo para observar con curiosidad cómo es una consulta médica china. Un par de taburetes para sentarse, una doctora con cientos de palitos de madera para la garganta y un ordenador frente a ella, un lavabo que ha conocido tiempos mejores en lo que a limpieza se refiere y poco más. Austeridad donde la haya, oigan…

El niño que tenemos delante es un “culo inquieto”. Mientras su madre habla con la doctora hace mil y una, abriendo un pequeño armario bajo el lavabo, metiendo su palito de la garganta usado en el lector de tarjetas que tiene la doctora encima de la mesa, arrastrando el taburete por media consulta… A su lado, nuestra LY es Teresa de Calcuta.

Cuando al fin terminan, pasamos nosotros. La traductora le cuenta a la doctora los diferentes síntomas que la hemos relatado con mayor o menor precisión (y mira que la insistimos en todos y cada uno de ellos, pero estamos seguros de que se ha dejado la mitad de las cosas por el camino) y finalmente la doctora ausculta a LY con su estetoscopio, primero por encima de la ropa (¡!) y finalmente por debajo de ella. Parece que efectivamente es sólo un proceso de garganta y, gracias a Dios, no tiene nada en el pecho.

La doctora nos remite a la tercera planta para hacerle a LY una analítica de sangre. En esto sí que están mucho más avanzados que nosotros: a todos los niños con una infección vírica les hacen una analítica casi instantánea tomando una muestra de sangre del dedo para ver exactamente el tipo de virus del que se trata y así poder mandarles la medicación adecuada. Flipante.

Mientras subimos a la tercera planta por las escaleras mecánicas, pasamos por una planta en la que, a través de unas enormes cristaleras, vemos decenas de mesas con perchas y goteros enchufados a niños. Se ve que aquí es costumbre administrarles la medicación con un gotero, pero da un ligero repelús verlo así, en directo… Seguimos subiendo antes de que me desmaye (que a mí me marea el mero hecho de que me saquen sangre, así que os podéis imaginar el efecto de ver los goteros enchufados a una vía en el bracito de esos niños…) y llegamos al fin a la tercera planta.

Al acceder a la planta vemos un cartel en chino e inglés que indica los diferentes departamentos de la planta. Entre otros, tienen un departamento específico de análisis de virus y microorganismos sin determinar, otro de análisis bacteriológico y otro específico para el VIH infantil… Cada vez me llaman más la atención los contrastes de este país, capaz de ser puntero para unas cosas y tercermundista para otras.

En un mostrador le extraen a la pobre LY una muestra de sangre del dedito mientras ella suelta unas cuantas lagrimillas. Al acabar nos dan un algodoncito con el que presionar la zona donde han practicado la extracción y cortar el sangrado y nos sentamos a esperar los resultados. Mientras esperamos, vemos a más personal de limpieza venga a fregar el suelo con un mocho mugriento que ha conocido tiempos mejores. La gente tira al suelo los algodones ensangrentados de sus niños y la señora los arrastra con el mocho a lo largo y ancho de la sala, así que para mis adentros espero no coincidir hoy con ningún niño con gripe A, ébola o algo así…

Al fin nos dan los resultados de la analítica y nos volvemos de nuevo a pediatría, no sin antes echar un último vistazo en la segunda planta al regimiento de goteros allí ubicados y sentir una pequeña punzada en el estómago. Esta vez no esperamos número y pasamos directamente a la consulta. La doctora revisa la analítica, asiente y nos receta “algo” que debemos recoger en la sala que visitamos al entrar al hospital. Pues nada, para allá… (esto empieza a tener tantos trámites como la obtención del pasaporte.,. qué difíciles hacen todo los chinos, señor…)

Nos sentamos en la sala de espera y S. se dirige a una ventanilla que pone “farmacia” en inglés. Mira por donde, en el mismo hospital lo hacen todo: te revisan, te analizan y te dan la medicación pertinente. Todo en uno. Mientras estamos allí sentados vemos a una madre con su hijo y un artilugio curioso en la mano: lleva un palo de plástico largo acabado en forma de “Y” de donde cuelga… ¡un gotero! El niño lleva enchufado el gotero y están allí esperando y viendo los dibujitos animados, con la vía puesta y mezclados entre el resto de gente. ¡Aaaargh! Por favor, que S. vuelva pronto…

Finalmente, nuestra guía vuelve con una caja de antibiótico “occidental” (al menos pone el nombre del principio activo en inglés), otra con unos envases con líquido de medicina tradicional china (que según nos cuenta es para suavizar la garganta), dos vendas frías para ponerle a LY en la frente si le sube la fiebre (aunque también nos dice que la doctora la ha confirmado que podemos darle el paracetamol pediátrico que hemos traído de España si le sube por encima de 38.2º), 32 yuanes (que es lo que ha sobrado del depósito inicial de 200 yuanes que realizamos al entrar), el informe médico, la analítica y la tarjeta prepago (“de recuerdo”, según ella). Ya estamos listos para irnos al fin y, al menos, ya sabemos lo que tiene la pobre LY y que no reviste mayor gravedad. Hemos pasado por nuestra primera consulta médica con la niña sin siquiera haber abandonado el país: definitivamente, ya somos padres.

Al salir tenemos el chófer esperándonos. Como ha pasado bastante rato desde que dejamos la comisaría, S. decide que debemos dirigirnos de nuevo allí para ver cómo está el tema del pasaporte, así que dicho y hecho. Llegamos a comisaría y esperamos nuevamente mientras S. discute con varios policías hasta que se acerca a nosotros y nos suelta un “todo resuelto”. Uff, que alivio… Nos comenta que ya no es necesario que nos quedemos con ella, pues los policías ya han confirmado que el pasaporte que estamos solicitando para la nena es porque la hemos adoptado, que somos sus padres, que coincidimos con la foto de nuestros pasaportes y todas esas cosas tan burocráticas y que tanto gustan aquí, así que el chófer nos llevará al hotel y ella se queda a esperar a que expidan el pasaporte. Bueno, eso que nos ahorramos nosotros. Así nos da tiempo a comer algo antes de reencontrarnos con ella…

Subimos al coche y el chófer nos lleva en silencio por el tráfico de Jinan cual piloto suicida. Tras estar a punto de atropellar a una viejecita, esquivar de forma temeraria dos coches y una moto y saltarse un par de semáforos, hace una “pirula” en el acceso a un garaje para cambiar de sentido y… ¡sorpresa! Un policía le caza y le da el alto. Multa al canto. Para, se baja del vehículo con la documentación y discute un poco con el policía mientras nosotros contemplamos la escena entre asustados y alucinados. Finalmente regresa al coche con una “receta” nuevecita en el bolsillo y cara de pocos amigos. Esperemos que el viaje dure poco, pues si este hombre ya era un peligro público estando tranquilo, ahora que está de mala leche no me lo quiero ni imaginar…

Llegamos al hotel sanos y salvos, nos despedimos del chófer kamikaze y subimos a nuestra querida habitación del hotel, donde damos de comer a LY y tomamos algo también nosotros. Son las tres y pico y la comisaría cerraba a las cuatro y media, así que decidimos no echar siesta pues seguramente S. nos la fastidie. ¡Meeec! Error. La guía no se presentará en el hotel hasta pasadas las seis de la tarde, mientras nosotros nos vamos poniendo cada vez más nerviosos pensando que ha debido haber problemas con el pasaporte de la peque. Para pasar el rato, probamos con LY diferentes opciones del vestuario que hemos traído de España para ver qué tal la quedan. Aquí podemos ver el gorro con el que parece del Perú:



Y aquí un pijama más grande que ella:



Finalmente llega S. a nuestra habitación. El pasaporte está correcto. Es un pasaporte chino muy parecido a los europeos. Ahora sólo faltan los trámites de Beijing, donde deberemos tramitar la solicitud del libro de familia español en el consulado de España en Beijing y el visado para que la niña pueda salir del país. Rellenamos toda la documentación con la guía, recopilamos la documentación necesaria que traíamos de España y lo dejamos todo preparado para el lunes. Ya queda menos para el final de nuestra aventura asiática. Mañana a las 13:00 tenemos el tren bala Jinan – Beijing, así que el resto de la tarde podemos descansar un poco al fin e ir preparando las maletas.

A última hora de la tarde nos damos cuenta de que nos hace falta comprar agua y además tenemos cena para la niña pero no para nosotros. Como cerca del hotel hay un supermercado y un Pizza Hut, decidimos que ya es hora de tomar algo de comida “occidental”, así que Susana se queda en el hotel con la peque y yo me acerco a comprar en un momento.

La primera parte es comprar el agua. Fácil: las botellas de agua de este súper son de la misma marca que hemos comprado hasta ahora, así que cargo unas cuantas, pago y listo.

La segunda parte es coger las pizzas. Me dirijo al Pizza Hut, unos metros más adelante y al entrar me sorprende que la recepcionista lleva en la cabeza un sombrero rosa con orejas de conejita de Playboy blancas y rosas. Pero… ¿dónde me he metido yo? Miro de nuevo el cartel por si me he equivocado, pero no: ahí pone claramente “Pizza Hut”. Bueno… pues nada. Entro con la recepcionista, le hago entender que quiero pizzas para llevar y me enseña una carta donde sólo tienen dos pizzas diferentes entre un maremágnum de comida china. Bueno, esto facilita la elección, pienso para mis adentros. La indico el tamaño de las pizzas, pago y me siento a esperar con mi ticket entre las manos. Las camareras (no hay ni un solo chico) van pasando ante mí llevando platos de un sitio a otro. Todas ellas llevan una pajarita rosa con el logo de Playboy… Este país nunca dejará de sorprenderme.

Media hora después estoy de vuelta en la habitación del hotel con el agua y las pizzas. Cuando entro veo a LY con lágrimas en los ojos y Susana me cuenta que no ha dejado de llorar desde que me he ido. ¡Pobrecita mía! Si lo sé, me quedo sin cenar…

Tomamos las pizzas con LY a nuestro lado sentada en la cuna. Estar con nosotros la calma, así que cenamos con tranquilidad y al terminar Susana inicia el “ritual” para acostarla: cambio de pañal, masajito con aceite para bebés y pijamita. Nos tumbamos con ella en la cama (no la ilusiona dormir especialmente pero ya no llora) y acabamos quedándonos fritos los tres. El día ha sido agotador y nuestras fuerzas ya se van agotando, pero aún quedan cuatro días por delante antes de coger el vuelo que nos llevará de vuelta a nuestro hogar, con la familia, los amigos, nuestras mascotas y nuestra querida comida occidental.



4 comentarios:

  1. Chicos felicidades!!!! me alegro tanto de poder leeros uf!!!! que emocionante!!!! no sabéis lo que hemos llorado Toni y yo al leer el encuentro con vuestra pequeña ha sido muy emotivo!!!! y os damos las gracias por compartirlo con todos nosotros. Ver que los sueños se van cumpliendo nos da animo a los demás para seguir adelante,tengo que decir que la pequeña es una preciosidad,es muy guapa!!! que se os ve muy felices y eso se transmite espero algún día poder conoceros a los tres en persona,que estamos muy cerquita!!! bueno chicos!!!! disfrutad de lo os queda de viaje en el país que ha visto nacer a vuestra hija porque este sera inolvidable, os deseamos lo mejor.un fuerte abrazo y de nuevo PAPIS, felicidades!!!!!! y feliz vuelta a casa!!!!!

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  2. q gustazo leeros, mil gracias por contarnos todo con tanto detalle, la verdad es q me traslado ahí mismo leyendo vuestras aventuras. A ver si en Pekin la princess se cura del todo.

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  3. no sé qué me ha sorprendido más si la comisaría, el hospital, el chófer o el pizza hut... seguro que estáis en este planeta? en serio, nos alegramos muchísimo de que las cosas vayan saliendo tan bien. besos

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  4. jjajajajajaja, dios mío... demasiada emoción en un sólo día... jajajajaja. Yo ahora me río porque sé que la peque está perfectamente... pero es que vaya tela marineraaaaaaaaaaaa... Lo del hospital, la caña. Menos mal que no os tocó meter el culo de la niña por una ventanilla para que le pusieran una inyección.. pero hay a quien le ha tocado. Besotes

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