4 de mayo de 2013

Mi pequeña colibrí



¡¡¡Como un colibrí!!!

Así notaba yo los latidos de LY la primera noche que pasamos juntos. Esa maravillosa noche en la que el mejor de los mejores sueños se hacía realidad viendo la dulce cara de nuestra hija tumbada entre los dos en la cama, agarrando con cada mano a su padre y a mí al mismo tiempo.
No había sensación de miedo en su cara. Ni tampoco sudaba... sólo dejó de hacernos caso ya de noche cuando después de muchas risas y sonrisas el sueño la venció.

Con un miedo atroz a tocarla, pues me ponía en su lugar y pensaba en la desorientación que tendría al día siguiente cuando viera a "esos dos desconocidos que me sonríen", la tapamos cuidadosamente. Puse muy lentamente mi mano en su pecho. ¡Qué pena de fotografías! no teníamos ni tiempo de hacerlas y los momentos eran tan intensos que se nos olvidaba coger la cámara.

Ojitos cerrados, respiración un poco agitada, mano agarrada a su papi y yo acariciándola dulcemente. Fue entonces cuando lo noté. Las pulsaciones eran tan rápidas que en seguida a mi mente vino la imagen de un colibrí. Le miré las manos, vi sus uñas sonrosadas y pensé que todo iba bien.

Y mi pequeña colibrí, aún con sus risas, con sus miradas, en sus sueños, en los paseos... seguía teniendo el corazón como un colibrí... y así ha sido también al llegar por fín a su casa, al conocer su nuevo entorno, la famila, los amigos, los animales... pero los médicos auscultaban y no daban importancia. Hasta que LY se puso malita la semana pasada y nos asustaron con las pulsaciones de mi pequeña.

Todo tiene su yin y su yan. Tenerla monitorizada casi 12 horas hizo que descubriéramos su corazón. Pasó de tener picos de 200 pulsaciones a, ya en la habitación sóla con nosotros, con sus papis, las pulsaciones fueron descendiendo, hasta llegar a un tranquilizador 120. Pero cada vez que se abría la puerta y aparecía una médica o una enfermera, las pulsaciones volvían a dispararse.

Y ya en casita más tranquilos, días después, sin mocos, sin fiebre y durmiendo de nuevo entre nosotros, puse otra vez la mano en el pecho suavemente. Un latido normal. Le conté las pulsaciones, y no llegaban a 100. ¿Qué le ha pasado a mi colibrí? Y en ese momento nos damos cuenta de que ella está empezando a adoptarnos como padres. Que nuestra presencia la tranquiliza. Ahora sólo con tocarla sé si está nerviosa o tranquila. Curiosa manera de descubrirlo.

Pero a mi mente siguen llegando las imágenes de un colibrí, un ser frágil, de batir de alas rápido y enérgico pero a la vez elegante. Curiosa imagen que a veces se trunca cuando coge un juguete y va correteando por casa haciendo gritos graves y soltando carcajadas mientras lo lanza al suelo para ver qué sonido produce y nos mira con cara de picardía. En esos momentos el colibrí huye despavorido y cariñosamente nos miramos mientras disfrutamos de nuestra sonriente y alocada Godzilla que, tranquila, alegre, confiada y con la barriga llena, ha decidido que es hora de que dejemos de estar sentados y nos lancemos a jugar con ella.

Ya se sabe, si no puedes con el enemigo... ¡únete a él!


2 comentarios:

  1. Preciosa entrada. Poco a poco la confianza en papá y mamá irá creciendo cada día un poco más. Besos

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  2. Hermosa entrada y preciosa foto!!!!

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