10 de agosto de 2020

Amaneceres veraniegos

- ¡Mamiiiiii! Estoy despierto. Me aburro. ¿Qué puedo hacer? (Luis con ojos legañosos mirándome desde arriba)

- Luis, -yo durmiendo tras mi habitual insomnio- son las 7 de la mañana. Tira para la cama que a estas horas no te despierto ni para ir al cole.

- ¿Me puedo ir abajo a ver la tele?

- No 

- ¿Puedo coger la Nin (Nintendo)?

- No, está escondida y lo sabes (esto se presenta mal)

- ¿Qué hago?

- Lee. ¡Te encanta leer!

- Es que no me apetece...

- Ale, haz un pipí y te metes con nosotros en la cama. Y a dormir, que aún no están puestas ni las calles

- ¿Cómo se ponen las calles?

- Duerme, por favor (implorando).

Cinco minutos después, está dormido. Necesita dormir por el tema de sus terrores nocturnos y los dolores de cabeza. Yo me quedo inmóvil, el menor movimiento que haga lo despertará. A los 20 minutos me quedo dormida. Me despierto cinco minutos después.

- Mami, (otra cara me mira desde arriba) he tenido una pesadilla.

- Venga Laura, tranquila, pipí y métete en la cama con nosotros.

Dani sigue durmiendo, yo me vuelvo a desvelar. Sin moverme nada me adormezco. Laura se duerme. Luis abre los ojos y yo los cierro corriendo. Funciona. Me duermo y me despierto una hora más tarde. No está ni Luis, ni Laura ni mi marido, pero la perra se ha subido sigilosamente a la cama y se ha pegado a mis piernas.

Comienza una nueva mañana de verano. O de invierno. O de la estación que sea, porque siempre vienen a mí. Así que hoy les he preguntado que por qué, al entrar a la habitación, no van al padre. 

- Mamiii, ¡¡¡es que está durmiendo!!!

Sin comentarios.



No hay comentarios:

Publicar un comentario