1 de diciembre de 2010

El eje central de nuestras vidas

Hoy, hijo mío, no me salen las palabras. Estas últimas semanas han sido verdaderamente duras para nosotros, entre la incertidumbre y el miedo, entre la angustia y la esperanza, entre la fe y la realidad. Y fué esta última precisamente la que nos venció en ardua batalla, así que hoy lo único que nos queda es la esperanza de que pronto estarás con nosotros en medio del gran vacío, del enorme hueco que has dejado en nuestros corazones.

Pero a pesar de todo lo que ha pasado estos días, quiero que estés tranquilo hijo mío. Tus padres tienen coraje, fuerza y un amor mutuo infinito que les permite llegar juntos allá donde se lo proponen y ese sitio estará a tu lado seguro que muy pronto. Te has convertido, aún sin tenerte, en el eje central de nuestras vidas, en la pieza que da sentido a este rompecabezas, en el motor que nos mueve.

Estés donde estés, te queremos.



"Desde mi vieja orilla, desde la fe que siento,
hacia la luz primera que toma el alma pura,
voy contigo, hijo mío, por el camino lento
de este amor que me crece como mansa locura.

Voy contigo, hijo mío, frenesí soñoliento
de mi carne, palabra de mi callada hondura,
música que alguien pulsa no sé dónde, en el viento,
no sé dónde, hijo mío, desde mi orilla oscura.

Voy, me llevas, se torna crédula mi mirada,
me empujas levemente (ya casi siento el frío);
me invitas a la sombra que se hunde en mi pisada,

me arrastras de la mano... Y en tu ignorancia fío,
y a tu amor me abandono sin que me quede nada,
terriblemente solo, no sé dónde, hijo mío."

Leopoldo Panero

1 comentario:

  1. Preciosas palabras. Un fuerte abrazo y mucho ánimo en la espera.

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